
Cúcuta, una ciudad que sólo cuenta con un único periódico permite discernir que el periodismo se encuentra en penuria. Una arquitectura tradicional, digno de una empresa arcaica en estos tiempos modernos es la fachada de “La Opinión”. Lo irónico del asunto es que de sus fundadores ninguno era periodista sino políticos que defendían ideas partidistas.
Después de una fotografía que dará a los visitantes sus respectivos 15 minutos de fama se empieza el recorrido. Caminata entre recuerdos, reliquias y la mesa de futbolin hasta un salón que da inicio al protocolo. La sala de conferencias es una alegoría a los logros del periódico, lleno de certificados en sus paredes.
Un sujeto de ademanes silenos se encarga de contar la historia y características del periódico con un lenguaje popular. El tono de su voz pone en los brazos de Morfeo a los estudiantes de comunicación social. Su video promocional de principios de siglo es irrisorio para las mentes que han crecido con el internet.
La rotativa se encarga de entregar el periódico doblado; sin embargo. cuentan con personas que realizan este trabajo. Con la alta tasa de desempleo sin esta oportunidad tres o cuatro familias no tendrían un sustento diario. El avance tecnológico aliviana la carga para algunos, pero acaba con la clase trabajadora.

La sala de redacción es un santuario adornado con figurillas que representan la musa de cada periodista. Para algunos su mejor compañía en momentos laborales es su tasa llena de café o tabaco. Algunos redactores dejan de lado a sus familias en las noches para encargarse de las novedades ajenas.
El cuadro del fundador Eustorgio Colmenares colgado casi a la entrada intimida a algunos y motiva a otros. Les recuerda a los empleados que trabajan en un negocio familiar ahora en manos de su segunda generación. Su mirada vigilante penetra en los corazones de quienes pasan por su lado, como si estuviera ahí observando todo.
Un par de letreros dan a los trabajadores algunas recomendaciones para llevar a cabo un mejor trabajo. Advierten reiterativamente refrescar las etiquetas de la página o prohíben consumir alimentos en la oficina, por favor. “Una muchacha trajo una botella y se cortó la mano, por eso es mejor evitar”, dice una de las editoras.

Ancha es la puerta y estrecho el camino, pues al salir todos al tiempo se apiñan en las escaleras. Los visitantes se dirigen a sus casas con sus bolsas rojas con historietas de condorito como recuerdo. Tal vez en la memoria de alguno quedara una gran experiencia que sea provechosa para su existir.
Comentarios
Publicar un comentario