La gira Sin Fronteras inició su
recorrido por 11 ciudades en los llanos orientales. Después de casi 30 años en
que no visitaba estas tierras, la ciudad de Cúcuta fue escogida como el segundo
lugar para ser visitado por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia (OSNC), quien en esta ocasión atravesaba el
territorio colombiano para compartir su
labor artística y social con presentaciones en espacios no convencionales,
dándole a las regiones la oportunidad de apreciar la magia, la emoción y la
belleza de sus interpretaciones, herederas de una tradición musical desde 1846.
El coliseo ‘Toto’ Hernández,
nombre en honor al gran basquetbolista y aviador cucuteño, fue el lugar
escogido por la Gobernación de Norte de Santander para realizar el evento. A
las 6 de la tarde del viernes 16 de marzo las puertas se abrieron para recibir
a los amantes de la música. La gente se
apiñaba para ingresar, temían que las 2.548
sillas de las tribunas no alcanzaran para contenerlos a todos, y una vez
adentro los 35° de temperatura que había esa noche aumentaban un poco más.
El escenario estaba preparado con
86 sillas y sus respectivos atriles en la espera de los músicos que se
preparaban para salir a ocuparlos, mientras los participantes, que casi
llenaban todo el coliseo, agitaban la programación de la gira a manera de
abanico. El evento inicio con las palabras de Claudia Franco, gerente de la
sinfónica, quien presentó a los músicos para ser recibidos con una lluvia de
aplausos de todo el público.
Los músicos salen a escena con su
ropa negra y blanca, los instrumentos de cuerda como los violines, los violonchelos,
las violas y los contrabajos se sitúan al frente; de más agudo a más grave. Detrás,
los instrumentos de viento toman su posición. Primero: madera como las flautas,
oboes, clarinetes y fagotes. Luego, los de metal como los cornos franceses,
trompetas, trombones y la tuba. Quedan en la zona trasera los instrumentos de
percusión y el piano. Frente a la agrupación, cuando
todos están en posición, se sitúa el director titular, el
francés Olivier Grangean quien dirige la orquesta desde 2016 con su amplia
trayectoria en el ámbito sinfónico-coral.
Los cornos empiezan a zumbar.
Grangean extiende su batuta blanca en el aire y con un movimiento da vida a los
violines, cuyos arcos danzan al unísono de El Finale de la Obertura a Guillermo Tell, un galop o "carga de
caballería", siendo este la última ópera compuesta por el compositor italiano Gioachino Rossini. Las trompetas y los
trombones resuenan mientras la batuta se hace más fuerte a medida que avanza la
pieza musical.
Esta obra representa tanto la
sabiduría como la energía y el vigor del intrépido Tell, esos mismos valores
que llevaron a Grangean a llegar a su posición actual. Luego de seis meses de
selección, durante tres semanas de ensayos y conciertos se llevó el proceso
para escoger al Director Titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, la Asociación Nacional de Música Sinfónica, ente
rector de la Orquesta, nombró a Olivier Grangean para ocupar este cargo.
Su liderazgo frente a la
Orquesta, el proceso y resultado artístico de las obras durante los ensayos y
conciertos, el conocimiento del repertorio, la relación de su proyecto de vida
con el cargo a ocupar, su experiencia laboral y propuesta artística hicieron
que su llegada a la Orquesta fuera una conexión al instante, programando una
audaz temporada en la que incluyó obras de gran calado, y poco oídas en el
ámbito nacional.
Cada ensamble musical es una
pequeña comunidad con una identidad singular, es Grangean con su habilidad
camaleónica quien pone a los instrumentos a hablar entre ellos, a narrar
historias con sonidos que interactúan con la sonoridad de los acordes y de las
frases melódicas para transportar a quienes la escuchan a lugares
sobrenaturales creados en la mente y engendrados por los sensuales movimientos
de la batuta que su director guía impulsado por la efusividad que siente,
representada por sus movimientos faciales y corporales que acompañan la obra
para crear una versión única de las piezas interpretadas.
El concierto contó además con la
presentación de solistas como el colombiano Leonardo Guevara, en el fagot, y el
estadounidense Christopher John Jepperson, en el clarinete, quienes acompañados
de la Sinfónica ofrecieron un variado repertorio que rindió homenaje a
compositores como Astor Piazzola, Alex Tobar, Rubén Darío Gómez y hasta el checo Antonín Dvorák, con su colosal Sinfonia N°9 en Mi menor “Nuevo Mundo”.
Para demostrar que es muy
importante que una orquesta pueda adaptarse a todo tipo de estilo y repertorio
con el fin de enriquecer su paleta sonora, la Sinfónica caracterizada por ser
una orquesta contemporánea, arriesgada y flexible, terminó la presentación con canciones como Brisas del Pamplonita del compositor
cucuteño Elías Mauricio Soto Uribe y Colombia
tierra querida de uno de los más importantes intérpretes y compositores de
música popular colombiana del siglo XX: Lucho Bermúdez, la cual puso a todos a
bailar del orgullo que se siente ser colombianos.
*En memoria de Irwin Hoffman (1925-2018) quien consolidó la Orquesta
Sinfónica Nacional como un conjunto de talla internacional de 1987 al 2001.
https://issuu.com/comunicaquiz/docs/quiz86
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